Los dedos que escondías bajo la manga del suéter se despertaron,
y espabilándose con elocuente timidez entrelazaron mi sonrisa.
Precisaba una llave, un abrazo penoso colgando rutinariamente de mi cuello
para mantener el equilibrio entre el vaivén de tus dedos.
Me arrellané en el desencuentro y recuperando el sentido en cámara lenta,
fragüé el desvarío sólo para permanecer estático en el ojo del huracán.
Me arrellané en el desencuentro y recuperando el sentido en cámara lenta,
fragüé el desvarío sólo para permanecer estático en el ojo del huracán.


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